jueves, 9 de junio de 2016

CUANDO TE OPRIMA LA ANGUSTIA ¡VUELVE A TI!

La depresión es como una mancha de humedad en la pared. Un día se hace visible como una pequeña mancha y con el tiempo se agranda hasta adueñarse del muro. Las humedades jamás se van solas, lo mismo ocurre con la depresión. Si te quedas ahí, sentada en tu vida, sin mover las rutinas, sin entrar en acción, nada va a cambiar. Tu quietud en el tiempo solo te enfermará más y más, como la humedad en la pared, que termina por enfermar a toda la casa hasta que se vuelve irrecuperable, si no nos ponemos en acción para solucionar el tema.
En mi consultorio escucho muchas historias y todas se parecen tanto... Las personas comienzan a sentir dolores en el cuerpo que no pueden resolver, dolores que se eternizan. Van a médicos que no les encuentran nada o les sugieren distintos diagnósticos y tratamientos que no los curan. Porque el problema no está en el cuerpo. El cuerpo es el continente que recibe la tristeza desde hace mucho, mucho tiempo. Están aburridos de sí mismos, como si la chispa del entusiasmo se hubiese apagado. No tienen un proyecto que los estimule. Hacen las cosas de cada día, pero no hay entusiasmo, ni excitación, ni una sola chispa de vértigo en lo que hacen. Yo, que me especializo en escuchar mucho a mis pacientes y alumnos, me doy cuenta que sus dolores son como la mancha de humedad que invade a sus cuerpos. Y créanme que no está en la "mancha" la causa del dolor o la humedad, está en un lugar intangible, en ambiente, en el cuerpo emocional. Porque hace mucho, mucho tiempo que tienen emoción positiva. El cuerpo enferma de verdad y duele de verdad porque es el medio que nos expresa lo que nos pasa emocionalmente. Y como la mancha de humedad en la pared: no sirve intentar sacarla y volver a pintar, porque resurgirá. Hay que analizar más allá de la pared: buscar en el ambiente que la rodea. Tal vez sea un caño roto, una filtración en el techo, en los cimientos, etc.
A estos pacientes les sugiero un ejercicio, que si me permites te lo haré a ti, así te puedo hablar directamente:

1- Trata de recordar qué cosas te entusiasmaban hacer en tus mejores años, cuando te sentías feliz. Esas cosas que te hacían moverte de un lado a otro, que te emocionaban. Lo que sea, sin censuras. Hay personas que recuerdan que les emocionaba pintar, ir a teatro, estudiar canto, idiomas, cocinar pastelería, lo que sea. Debes atreverte a "viajar a tu juventud" o a esos años. A veces la edad nos pesa como una lápida y no nos facilita flotar en esos recuerdos.

2- Trata de conectar lo que sentías en el cuerpo en esos tiempos, cierra los ojos y atrévete a sentirlo nuevamente, trae las sensaciones positivas y estimulantes del pasado a este instante.

3- Finalmente intenta, con todas tus fuerzas y mucho atrevimiento, a imaginarte cómo se sentiría tu cuerpo si le permites volver a hacer aquellas cosas. Porque crean, queridos amigos, que ese es el remedio para todos los dolores que parecen no curarse: sentir emociones positivas y entusiasmo.

4- Vuelve a ti, cuando la angustia ya te aburra solo tienes que volver a ti, a ese tu que te hacía feliz.


jueves, 2 de junio de 2016

¡NO TE PARALICES, TU VALES LA PENA PARA TI!

El otro día escuché una definición de la depresión que me inspiró tantas cosas...
"La depresión es el síntoma que sobreviene a la desesperanza". Interesante ¿verdad?.
Si pienso en todas las veces que tuve depresión, no tengo dudas que todos los casos vinieron de la mano de situaciones que no parecían tener arreglo y eso sí que produce desesperanza. Son situaciones de duelo, aunque no muera alguien necesariamente. Por ejemplo: si una persona en quién confías te estafa, ¿donde pones la confianza que le tenías?, ¡en tu cuerpo!. Son situaciones de duelo aunque nadie muera, pero sí muere lo que creías que tenías con esa persona, ya no tiene arreglo, no puedes arreglar a un estafador y que sea la persona que creíste que era.
Muchas veces perdemos la confianza en nosotros mismos influenciados por lo que otros nos hacen creer de nosotros, les creemos en lugar de creernos y perdemos nuestra confianza. Sin ella no hay proyectos y sin éstos la depresión es lo que sigue.
El impacto que nos produce una pérdida se vuelve peligroso cuando "paraliza" y eso es lo que no tenemos que dejar que suceda.
Por lo general hacemos cosas cuando estamos estimulados, contentos o animados, es decir todo lo contrario a estar depresivos. Yo me paralicé por la enfermedad de un ser amado y viví con depresión crónica mucho tiempo. La desesperanza que me producía saber que no hay cura y ver como nuestras vidas cambiaba torciendo todos los proyectos hacia lugares no elegidos fue insoportable, un tremendo impacto. Me aterré y me paralicé, como si alguien hubiese apagado el botón del motor que activa mi entusiasmo. Solo me venía a la mente el famoso: "¿para qué?". La desesperanza te hace sentir que nada tiene sentido, por eso dejas de hacer cosas, porque sientes que si no puedes arreglar lo que te deprime tanto, entonces nada tiene sentido.
Pero hoy quiero darte un mensaje alentador. El día que descubrí que me había paralizado comencé a tratar de sacarme de abajo del agua para volver a respirar. Lo digo así porque esa era la imagen que tenía. Yo debía sacarme a flote y ponerme en acción, solo yo podría lograrlo y no se como, pero me di cuenta que la forma era volviendo a hacer aquellas cosas que me gustaban hacer antes de la depresión. Cosas que solo tenían que ver conmigo, esas que nos construyen, las que hacen que seas quién eres. Y así, muy despacio, volví a ponerme en acción. No te voy a mentir, no fue de un día a otro. Es un trabajo diario, con subidas y caídas, pero lo que aprendí de mi experiencia es que la acción es el remedio a la depresión, porque sin darte cuenta comienzas a crear nuevas esperanzas y cuando hay esperanzas la depresión se va apagando y vuelve el entusiasmo.
No te quedes paralizada, recuerda las cosas que te hacían ser quién eres en verdad y trata de volver a conectarte con ellas. Cada día haz algo que tenga que ver contigo, aunque sea un poquito, verás como saldrás del agua y muy pronto estarás respirando otra vez.
No te paralices, tú vales la pena para para ti y eso es lo que cuenta. Cierra los ojos y abrázate, verás como renace el deseo de hacer cosas por ti.